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Roma enfrentó y venció la epidemia de viruela, pero con un alto costo

En el año 165 de nuestra era, la ciudad de Anatolia de Hierápolis erigió una estatua al dios Apolo Alexikakos, para que el dios impidiese “la llegada del mal” a esa ciudad, es decir, la llegada de la viruela, una pandemia que desde ese año y hasta el 189 mató al 10 por ciento de los 75 millones de habitantes del Imperio Romano.

La plaga se movió “como una bestia” por el Imperio Romano, según un testigo de aquella época y “destruyó no sólo a las personas, sino que arrasó ciudades enteras y las destruyó”.

La primera epidemia de viruela de Roma llegó desde el este (como también sucedería en el siglo 13 con la Peste Negra en Europa) y se extendió “a través de conversaciones que a menudo transmitían simultáneamente noticias de la enfermedad y el virus en sí”, dice un nuevo reporte sobre el tema.

En el peor momento de la pandemia, hasta 2000 personas moría cada día en Roma. Luego, hacia el 189, comenzó a desaparecer. El Imperio Romano sobrevivió, pero ya no sería el mismo: sus ejércitos profesionales desaparecieron, muchos de sus magistrados de carrera ya no volvieron a sus puestos, los granjeros abandonaron sus tierras y los esclavos quedaron libres.

Hubo, sin embargo, un efecto benéfico que aún nos acompaña: ese es el momento en el que se crearon los hospitales.

 

 

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