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Antiguos egipcios destruían estatuas para “dañar” la vida de personas en el más allá

Dr. Francisco Miraval

Los daños causados a una estatua de hace 3500 años y recientemente descubierta en la localidad de Tell Edfu (sur de Egipto) habrían sido intencionalmente realizados ya en la antigüedad por personas que deseaban “dañar” la vida después de la muerte de la pareja representada en esa estatua, según arqueólogos de la Universidad de Chicago.

La estatua en cuestión, hallada en un templo, muestra a un hombre y a una mujer de pie uno junto al otro. La estatua se conserva bastante bien tres milenios y medio luego de haber sido creada, pero lo interesante es que los rostros del hombre y de la mujer y sus nombres fueron borrados.

Eso significa, según la Dra. Nadine Moeller, directora de excavaciones en Tell Edfu, que ya en la antigüedad alguien quiso “borrar la memoria” de esas personas con el propósito de “obliterar su existencia en el más allá”, debido a que, para los egipcios, la vida en el más allá dependía de ser recordado por nombre por aquellos que aún estaban en este mundo.

Sin los nombres, la identidad de los fallecidos permanecería desconocida y, por eso, las cosas buenas que hubiesen hecho en vida tampoco se conocerían. Esa era una manera que, creían los egipcios, podía usarse para castigar a los fallecidos.

A pesar de los daños a la estatua, los arqueólogos lograron reconstruir gran parte de los textos borrados en la antigüedad, por lo que se sabe que el hombre representado en la estatua fue en algún momento el alcalde de Edfu y la mujer a su lado, probablemente su esposa, una mujer de la alta sociedad de esa ciudad.

El templo en donde está la estatua se usó como lugar de adoración de los antepasados de los residentes de Edfu, según lo indican numerosos objetos allí encontrados, incluyendo estatuillas y restos de inscripciones.

Por eso, se supone que en algún momento algo hizo que, después de muertos, el “alcalde” (probablemente un administrador o escriba) y de la mujer a su lado perdiesen el respaldo de la población y sus nombres fuesen borrados.

Algo similar sucedería 200 años después (aproximadamente) cuando, tras la muerte de Akenatón, el faraón que introdujo una forma de monoteísmo en Egipto, el nombre y las imágenes de ese faraón fueron borrados de sus monumentos para evitar que la posteridad lo recordase.

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