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La arqueología nos ayuda a conocer el futuro, no sólo el pasado

¿Para qué estudiamos arqueología bíblica, o, más generalmente, arqueología en general? Como bien lo dice la Dra. Amy Prendergast, de la Universidad de Melbourne (Australia), estudiamos arqueología no solamente para conocer el pasado, sino para prepararnos para el futuro.

En su reciente columna publicada por Phys.org, Prendergast explica que la evidencia arqueológica, al revelar cómo hacían los humanos del pasado para entender su mundo (por ejemplo, las estaciones o las migraciones de animales), nos ayudar a entender nuestro mundo, a pesar de que ya no dependemos de la información de la que antes dependían nuestros antepasados.

Prendergast se especializa en estudiar la interacción entre los seres humanos y el medio ambiente en un contexto de cambio de estaciones (verano, otoño, invierno, primavera) y cambios de clima (sequía, lluvias). Esos estudios permiten reconstruir la manera que los humanos entendían su ambiente y cómo se adaptaron ellos a los cambios que enfrentaban.

A su vez, ese conocimiento nos permite a nosotros entender mejor los desafíos que ahora enfrentamos (cambio climático, por ejemplo) y cómo responder a esos desafíos. Dicho de otro modo, los datos arqueológicos no son solamente un modelo de lo que antes se hizo, sino una forma de medir lo que hacemos ahora y lo que debemos hacer en el futuro.

Y una de las razones por las que la arqueología puede cumplir esa función es que la arqueología nos reconecta con aquella época en la que los seres humanos estaban conectados con la naturaleza, mientras que en la actualidad la tecnología nos ha desconectado de la naturaleza.

Como dice Prendergast, ahora podemos comer fresas en cualquier época del año y el calor o el frío fuera de nuestra vivienda no impide que nos disfrutemos de una cómoda temperatura dentro de la vivienda, gracias al aire acondicionado o a la calefacción.

La evidencia arqueológica, sea del lugar que fuere en el mundo, nos ayuda a contextualizar nuestro presente y a desarrollar una base para responder al futuro. De hecho, mirando al pasado aprendemos a anticipar el futuro.

Y hay algo más, según Prendergast: probablemente nos comportaríamos de otra manera si tomásemos consciencia que los arqueólogos del futuro algún día analizarán los restos de nuestra civilización.

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